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jueves, junio 06, 2013

Asalto católico

COMUNIDAD VALENCIANA JUANMANUEL JÁTIVA Valencia 19 MAY 2013 - 21:57 CET 9

Solo el alumnado de la Universidad Católica accede a prácticas públicas 




Compromís denuncia la cesión de recursos como el Instituto de Medicina Legal


Los únicos estudiantes que hacen prácticas en el Instituto de Medicina Legal de Valencia son los de la Universidad Católica San Vicente Mártir, en virtud del convenio firmado en marzo de 2008 por esta institución privada y la Consejería de Justicia y Administraciones Públicas. Cuando están a punto de titularse los primeros graduados en Medicina de la San Vicente Mártir, el grupo parlamentario Compromís ha pedido la comparecencia del consejero de Gobernación y Justicia, Serafín Castellano, para que explique la ejecución del convenio firmado hace cinco años, recién creada la facultad de la Iglesia. 
Para la portavoz de Compromís, Mónica Oltra, este convenio pretende otorgar "un valor añadido" a los estudios de Medicina de la Universidad Católica, al permitir que sus alumnos reciban formación en los institutos de medicina legal de Valencia y Castellón "sin que para ello esta universidad privada tenga que compensar económicamente a la Administración pública" y"mientras aplica severos recortes en la educación pública". El convenio entre ambas instituciones no recoge, efectivamente ningún tipo de compensación económica. Sí que se refiere, sin embargo, a la "colaboración en el desarrollo e impartición de los títulos oficiales y propios, incluyendo másteres propios, oficiales y universitarios de la UCV en el ámbito formativo de la medicina forense". 
Son varios los cargos o funcionarios del Instituto de Medicina Legal de Valencia que figuran enla oferta docente de la Universidad Católica. Por ejemplo, ocho miembros del instituto participaban en el título de Experto Universitario en Ciencias Forenses que se impartió en 2011. Entre ellos, el director del instituto, Matías Vicente; el subdirector, Juan Giner Blasco y el jefe de servicio Enrique de Francisco Enciso. También Cristina de la Presentación, entonces médico forense de la entidad pública y actualmente vicedecana de la facultad de Medicina. Los tres primeros imparten actualmente el máster en Derecho Sanitario, con prácticas en el Instituto de Medicina Legal. 
Un profesional del instituto que prefiere que su nombre no aparezca, asegura que existe malestar porque con este convenio "no obtiene ningún beneficio" la entidad como tal y porque la dedicación de algunos miembros a tareas docentes hace que recaiga sobre otros la sobrecarga de trabajo. Como contrapartidas, en el anexo del convenio figura que "los profesionales que ejerzan como tutores de prácticas tendrán la posibilidad de realizar, al menos una vez por curso escolar, una acción formativa remunerada de la UCV" y, también, que"tendrán preferencia para su contratación como profesores de las distintas asignaturas de las licenciaturas impartidas por la UCV". 
A la espera de la comparecencia del consejero Serafín Castellano, la diputada Mónica Oltra subraya que "la Universidad Católica de Valencia ha contado desde sus inicios con el apoyo incondicional del gobierno del PP, que a base de prebendas ha favorecido su expansión". Recuerda que la Facultad de Medicina se puso en marcha en 2008 contra el criterio de la Agencia Nacional de Evaluación de la Calidad y Acreditación (Aneca), "debido a sus graves carencias en medios materiales y humanos". Esas carencias, añade, "han sido suplidas por el Gobierno del PP con la cesión de recursos públicos como poner a su disposición los institutos de medicina legal". La Universitat de València carece de convenio con el Instituto de Medicina Legal, que estuvo ubicado en su Facultad de Medicina hasta el traslado a la Ciudad de la Justicia.

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Keli

miércoles, junio 05, 2013

La Educación y la derecha hespañola

COLUMNA

Mala hierba



La derecha española ha tomado la cultura como un menester banal que está en manos de gente frívola, bohemia y subversiva



MANUEL VICENT 19 MAY 2013 - 00:00 CET

La derecha española siempre ha considerado el Ministerio de Educación como una finca de su propiedad. A medias con la Iglesia católica ha luchado por defender ese bastión, desde el cual ha ejercido históricamente una posición de dominio sobre la conciencia de los ciudadanos. De hecho, la educación laica promulgada por la II República fue una de las causas de que la derecha entrara de forma muy violenta en su demolición y, alcanzada la victoria, estableciera una represión salvaje contra los profesores y maestros partidarios de la escuela pública. Ese ministerio se ha constituido desde entonces en un territorio de combate ideológico. Pero, al contrario de lo que sucede con la educación, la derecha española nunca ha considerado el mundo de la cultura como una frontera que debiera conquistar; más bien la ha tomado como un menester banal que está en manos de gente imprevisible, frívola, bohemia y subversiva, que tira al monte como las cabras, actores, poetas, cineastas, músicos, cantantes, bailarines y saltimbanquis, una reata a la que en el fondo desprecia, puesto que no la puede controlar. La derecha española, incluida la derecha dandi si la hubiera, está abrazada al casticismo; nunca ha sido soluble con ninguna vanguardia estética; en realidad ante un cuadro de Picasso o de Miró sigue pensando que eso lo pinta mejor su niño de cinco años. Un día los artistas salieron a la calle con una pancarta contra la guerra de Irak; poco después aprovecharon la fiesta de los Premios Goya para protestar y realizar algunas chirigotas inocentes contra el Gobierno de Aznar. Esta crítica casi de manual ha sido suficiente para que el mundo del cine español haya sido zaherido, despreciado y ridiculizado con saña por un sector de la derecha más agria, un escarnio que desde entonces aun perdura. No importa que se trate de actores y cineastas con prestigio internacional ni de artistas a los que el público adora y grita de placer en sus conciertos, la única tropa libre y divertida, capaz todavía de hacernos soñar en medio de esta crisis económica, color de rata. Ahora, la batería agresiva de impuestos que la derecha ha descargado, entre el desprecio y la venganza, sobre esa mala hierba de la cultura, no ha hecho sino ahondar el abismo insalvable que las separa.

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Keli

Insensatez del alfiler capitalista


sábado, 14 de julio de 2012


RUSSELL Y LA INSENSATEZ*



Adolfo Muñoz


Trabajador incansable, Bertrand Russell escribió en la década de los años treinta, que tantas semejanzas guarda con la nuestra, un impagable opúsculo titulado “Elogio de la ociosidad”, del cual recojo el siguiente ejemplo:

“Supongamos que cierto número de personas vive de la manufactura de alfileres. Trabajando (digamos) ocho horas diarias, fabrican todos los alfileres que necesita el mundo. Alguien inventa una máquina con la cual el mismo número de personas puede hacer el doble de alfileres que hacía antes. Pero el mundo no necesita duplicar el número de alfileres: los alfileres son ya tan baratos que sería difícil vender más bajando el precio. En un mundo sensato, todos los que intervienen en la fabricación de alfileres pasarían a trabajar cuatro horas en lugar de ocho, y las cosas seguirían como antes. Pero en el mundo real los hombres siguen trabajando ocho horas, por lo cual hay demasiados alfileres. Algunos empresarios quiebran, y la mitad de los empleados del ramo del alfiler son despedidos y se quedan en el paro. Al final, hay tanto tiempo libre como de la otra manera, pero la mitad de los hombres están absolutamente ociosos, mientras la otra mitad sigue trabajando demasiado. De este modo, queda asegurado que el inevitable tiempo libre produzca miseria por ambos lados, en vez de ser fuente de felicidad universal. ¿Puede imaginarse algo más insensato?”

Los males de esta opción no terminan ahí, como sabemos. Esos parados no dejan de existir por haber quedado en el paro. No se limitan a morirse de hambre y ya está. Ese 50% de parados hará lo que sea por quitarle el puesto al 50% que trabaja. Lo cual implica, lógicamente, ofrecer su trabajo a un precio menor.

El empresario, evidentemente, se aprovechará de la situación. En primer lugar, abogará por tener la mayor libertad posible para despedir a sus empleados con el menor coste posible. Después, tenderá a rebajar las condiciones en que ofrece empleo. Si puede, si las leyes se lo permiten, bajará el sueldo a sus empleados, eliminará gratificaciones y aumentará la jornada laboral. A cambio, sus empleados pasarán de amigos a enemigos.

Ahora bien, una vez aumentada su capacidad para imponer estas reformas a sus empleados, imponerlas no será una opción para el empresario, sino una obligación. Y el empresario no experimentará ventaja alguna de estas reformas, pues no compite, en realidad, con sus empleados, sino con el resto de los empresarios del ramo. Todos ellos se verán obligados a bajar costes para competir entre sí. Pero al bajar costes todos a costa de sus empleados, los empresarios ven reducida la capacidad de compra de sus clientes, que son básicamente sus empleados más el resto de los empleados del mundo.

De modo que la aparente libertad del empresario para aplicar su fuerza contra sus empleados no es ni libertad ni fuerza, más bien debilidad. El empresario, a la larga, no solo ha convertido en enemigos a sus empleados, sino en pobres a sus clientes.

*Quinto artículo de la serie El instante: reflexiones sobre la crisis

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