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viernes, diciembre 17, 2010

¡Buelbe el Ombre!

LUNES, 13 DE DICIEMBRE DE 2010

Aznar, sonriente, en los previos de la cena. / J. C. E.

La del sábado fue una noche de trajes largos y tacones de vértigo en el Hotel Intercontinental de Madrid. Celebraba la comunidad judía la tradicional Janucá, la fiesta que conmemora un triunfo militar -el de los macabeos frente al rey griego de Siria, Antíoco IV- y un milagro energético tan asombroso -el aceite ritual que debía consumirse en un día en el Templo aguantó ocho-, que la conmemoración dura ya 23 siglos. Bajo las viejas lámparas de araña del lobby (del hotel), el selecto ramillete de la burguesía judía afincada en Madrid se disponía a premiar por sus desvelos a José María Aznar, quien ha montado otro lobby con luminarias bien distintas (Václav Havel, Alejandro Toledo, David Trimble y John Bolton, entre otros) para defender por el mundo la causa de Israel a gastos pagados. ¿Su nombre? Friends of Israel.

Aunque por motivos obvios se echara en falta el jamón, el aperitivo de bienvenida estuvo animadísimo. Por allí se dejaron ver ex ministras del PP como Ana Palacio o Pilar del Castillo, junto a los dos Cortés más renombrados de la derecha española: Miguel Ángel, el diputado y ex secretario de Estado de Cultura, que es de los que no dejan de hablar por el móvil ni para ir al baño, algo que personalmente pude comprobar, y Luis Eduardo, el ex vicepresidente de Gallardón y dueño del restaurante Jockey, al que no le quita el apetito tener a sus empleados sin cobrar desde hace varios meses. Tampoco faltaron clásicos del canapé como Luis María Anson, o imprescindibles de estos actos como el ex defensor del Pueblo, Enrique Múgica, yHerman Tertsch, serenísimo con un traje azul oscuro de raya diplomática.

El ambiente era de gala y Aznar estuvo exquisito. Flanqueado por el vicepresidente de la comunidad, David Hachuel, al que su padre Mauricio observaba a cierta distancia apoyado en su bastón, el ex presidente accedió a hacerse tantas fotografías que estuve tentado de inmortalizarme con él como un turista. También renunció al privilegio el socialista, catedrático y , sobre todo, tertuliano, Antonio Miguel Carmona, quien con estar en Intereconomía debe de llenar su cupo de actos temerarios. Todo estaba a punto para la cena, que se inició con un vídeo recordatorio de la situación de Israel en Oriente Medio con menos matices que un silbido, y unas palabras de la joven Iliana Querub que ya era alta antes de subirse a sus tacones de 12 centímetros, en las que se refirió a Aznar como un “macabeo de los tiempos actuales”.

Tras la crema de espárragos, la ensalada de pato y la pularda rellena empezaba lo bueno. Presentaba al premiado Samuel Bengio, presidente de la Comunidad Judía de Madrid, quien antes de hacerle entrega de la estatuilla destacó que la Janucá representaba la victoria de la luz sobre la oscuridad y de la verdad sobre la mentira, y enumeró las cualidades del “estadista” agasajado, “previsible en sus planteamientos y en sus principios”, entre los que citó la rectitud, la franqueza y “la creencia en los valores que nos separan de la barbarie”. Su último halago fue de los de enmarcar: “No le gustan los Chamberlains; prefiere los Churchills”.

A partir de este punto, el acto dejó de ser una celebración judía para convertirse en una exaltación del ya citado Friends of Israel, al que más tarde se referiría Aznar para decir que ni era otra organización judía más, porque entre sus fundadores no había judíos, ni representaba a ningún Gobierno ni se nutría de fondos públicos sino “de la generosidad de donantes privados”, a los que no citó posiblemente porque eran sobradamente conocidos por su auditorio.

Arrancaba el festival neocón con un vídeo laudatorio del ex presidente, en el que la ex ministra Ana Palacio ejercía el papel de relatora de virtudes. Aznar, nos dijo, era un empedernido lector de poesía pero su sensibilidad se perdía tras esa imagen adusta, un hombre consistente y coherente, en el que se podía confiar. Palacio se atrevió incluso a justificar su apoyo a la guerra de Irak con una anécdota increíble: al parecer, Aznar le había explicado a Chirac en una cena que en su alianza con Estados Unidos pesaba el hecho de que más de 40 millones de personas hablaran allí español, y que si su idioma fuera el francés él haría lo mismo.

En el video hubo saludos del presidente de Israel, Simon Peres, y un mensaje de Benjamin Netanyahu a su amigo José María. Cuando finalmente Aznar intervino recordó su consejo al primer ministro israelí: “Le dije Bibi, ten cuidado porque el mundo está ansioso por encontrar a un nuevo George Bush al que culpar de todo y tú eres un buen candidato a ello”.

El galardonado conversa con Enrique Múgica. / J. C. E.

Hablando de Bibi, el discurso de Aznar hubiera podido pronunciarlo el del Likud sin quitar una sola coma. Ni el más mínimo reproche hacia Israel se permitió este macabeo de nuevo cuño. Así, denunció la facilidad con la que se criticaban las acciones armadas de Israel mientras se ignoraba que Hizbolá no dejara de rearmarse o que Hamás no renunciara al aniquilamiento del Estado hebreo; o que se censurara la construcción de un muro que ha permitido que los israelíes puedan salir a la calle e ir al cine sin el temor a saltar por los aires. Se permitió incluso reseñar el hecho de que había árabes sentados en el Parlamento e Israel y al frente de instituciones “de alto rango”, que no precisó, quizás por pudor.

Con su habitual tono monocorde, repartió mandobles a Turquía, que había permitido la agresión “de la mal llamada flotilla de la libertad”, a Argentina, Brasil y Uruguay, por su atrevimiento al reconocer un Estado palestino que no existe, y, por supuesto, a su bestia negra, Obama, que un día juzgaba imprescindible paralizar los nuevos asentamientos judíos para proseguir las conversaciones de paz y al día siguiente dejaba de considerarlo un requisito.

Dio cuenta a continuación de la razón de ser del grupo que encabeza, otra “lluvia fina” de las que tanto aprecia, que pasa por explicar sin complejos que Israel tiene derecho a existir, que es tan legítimo como cualquier otro Estado, que es parte integrante del mundo occidental, que es una democracia que afronta los mismos riesgos que nosotros y que es una tierra de oportunidades y no de guerra, como habitualmente se la presenta. “Si Israel cayera bajo el peso de sus enemigos, dejaríamos de ser lo que somos”, subrayó antes de recalcar que es “la primera línea de defensa de Occidente”.

Jamás antes Israel había sido aceptado por tantos países como miembro de pleno derecho de la comunidad internacional ni nunca antes como ahora pudo exhibir tal posición de fuerza en una eventual negociación con los palestinos. Sin embargo, a juicio de Aznar, Israel está en peligro porque no se enfrenta a una guerra normal ni siquiera a un terrorismo convencional. Sufre una “guerra blanda” en la que se emplean “trucos legales” por parte de falsas ONG en lo que está en juego la idea misma de Israel, aunque para contrarrestar esta ofensiva estén él y sus amigos.

Fue aquí cuando relató la cena con la que sus Friends se presentaron en Londres. Aznar, siempre obsequioso, se interesó por la familia del comensal que tenía al lado, cuyos padres habían sobrevivido a Auschwitz. “¿Mi familia? Mi familia en estos momentos es usted”, fue al parecer su respuesta. Poco más hubo, y tras la obligada alusión a las raíces comunes judeocristianas terminó su perorata.

El aplauso fue cerrado. Era preciso agradecer la dedicación a la causa de un hombre ocupadísimo. Entre atender a Murdoch, a FAES, vigilar a Rajoy y al PP por si se desvían de sus principios, dar conferencias a cuenta de la American Enterprise Institute for Public Policy Research (AEI) y de la Heritage Foundation, subvencionadas ambas por la Exxon, y liderar el adaptacionismo al cambio climático, con fondos también de la industria del petróleo, Aznar ha sacado tiempo para entregarse a la defensa de Israel. Los 75 euros de la cena podían darse por bien empleados.

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Salud y enjundia

Keli

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