La oratoria y el ajedrez
sábado 2 de abril de 2011
LA ORATORIA Y EL AJEDREZ, ASIGNATURAS DE LA INTELIGENCIA*
Estoy convencido de que nuestra clase política cada vez habla peor. Si se hace memoria de la oratoria en el Congreso durante la inmaculada Transición, que dice Reig, y se compara con la vigente, no hay duda de que fuimos a menos. Al fin y al cabo, nuestros diputados -salvo en sus haberes- reflejan a la sociedad que representan, y ésta se halla sumida en una creciente depauperación del lenguaje oral, muy manifiesta sobre todo en las jóvenes generaciones, a las que las nuevas tecnologías digitales han apartado del cultivo de la lectura y la conversación.
Me ha llamado por eso la atención que en un telediario se informara esta semana pasada del planteamiento que se ha hecho en algunos países para que la oratoria se incorpore a los planes de enseñanza, a fin de que los alumnos le tomaran gusto a la palabra hablada, ganaran fluidez y léxico en el uso de la misma y perdieran también el miedo escénico que para muchos supone hablar en público y que, pasados los años, no llega del todo a perderse.
Entre las naciones que ya conceden una cierta importancia a la expresión oral está Francia, donde los exámenes hablados son frecuentes y hasta se exige el aprendizaje de poemas memorizados para que el alumno los recite y gane así en aplomo y expresividad a la hora de hacerlo. No se olvide que la oratoria es, además de capacidad expresiva para exponer un discurso, una actividad que comporta un afán de persuasión, algo muy elemental para comunicarnos y ganar en capacidad de convivencia.
Junto a la posibilidad de que la oratoria pueda ingresar en los planes de estudio en algunos países, también se habló esta semana de que el ajedrez podría entrar como asignatura en los colegios de España, aunque solo fuera durante un curso de la enseñanza general básica o del bachillerato. Demostrado como está que su práctica aviva la inteligencia -un tanto aletargada por las maquinitas electrónicas- y previene el envejecimiento cerebral, lo extraño es que no tengamos ya los tableros sobre los pupitres.
Es muy posible que el cultivo de la palabra y la gimnasia de la inteligencia que es el ajedrez, dieran como resultado educacional un país más culto y una clase política con algo más de capacidad de expresión, persuasión y dignidad discursiva. Pero para eso hace falta una clase política culta.
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