Sin salida
La indigente de pañuelo blanco y tez oscura está sentada bajo el cielo plomizo en el arranque de la última curva de la carretera sin salida, púdicamente apartada unos metros del acceso al concesionario de automóviles, con un cartón de leche a un lado y una telita desplegada sobre las piernas. El camino cortado prevalece, iluminando de sentido y desolación la escena.
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